Efemeridando por Cobas y sus extrarradios

12/06/2010, Mario Valdivieso Mateo

Recientemente tuvo lugar en la playa de Ponzos el asombroso espectáculo del descubrimiento de ciertos restos de árboles petrificados, cuyo origen y circunstancias nos fuera explicado exhaustivamente por un geólogo invitado por la asociación Columba. Me refiero a Juan Ramón Vidal Romaní, a la sazón director del Instituto Universitario de Xeoloxía Isidro Parga Pondal.

Rememoro este suceso como pretexto para citar que en el año 1927 aconteció, también en la costa de Cobas, algo que dejó boquiabiertos a vecinos y forasteros. En aquellos primeros días del año citado, un gran temporal sacudía nuestra costa y el mar se ensañaba contra el litoral de tal manera que impedía la navegación a los pescadores. Según un periódico local, en los primeros días del mes de enero se desencadenaba un violento temporal de agua y viento, que recrudecía la invernada y en los puertos y ensenadas de abrigo las embarcaciones tenían que reforzar sus amarras.

El periódico informaba también acerca de un rarísimo fenómeno, atribuido a los efectos del temporal, que tenía lugar en la playa de Cobas1. Aconteció que, cerca de la costa, flotando sobre las aguas, apareciera un gran número de peces de tamaño grande, todos ellos destrozados. En horas posteriores, aquellos restos fueran depositándose sobre el arenal cubriendo grandes extensiones. Los ribereños no recordaban haber presenciado nunca, ni tenido noticia anterior, de un fenómeno de aquellas características. Se atribuía aquel destrozo al efecto del temporal que, habiendo coincidido con un gran banco de peces, próximo a algún rompiente, los machacó contra las rocas.

 

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En otro orden de cosas, menciono que por aquellas fechas —volviendo a la fuente periodística— el joven Ricardo Carballo Calero2 hacía pinitos literarios con alguna que otra colaboración, de las cuales reproduzco para abrir boca, el siguiente poema:

Poema de Mar e de Amor

Na fonda mar dos teus ollos

—dorna da roita esquecida—

o meu corazón perdéuse

unha serán outoniza.

Cabeleiras de sireas

enguedelláronme a quilla:

sireas das túas olladas,

cabeleiras de muxicas.

O corazón, de vagar

pol-as ondas verdes ía;

ía pol-as ondas verdes

no berce da mar infinda.

Xa nas xebras enmallado

xa en col das vagas esguías,

ó zoar do vento mareiro

o corazón se arripía.

O zoar do vento mareiro

vai xurdindo a noite frida;

vento: trompeta que soa

á chegada da raiña.

Pois vai pol-os ollos teus

meu corazón á deriva,

séxanlle os teus ollos lenes

nas treboadas da vida.

Da vida nas treboadas

engada a túa i-alma á miña,

como eu engado dous versos

ca óurea cadea da rima.

 

 

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Una triste noticia de entonces fue el fallecimiento de uno de los pioneros de la aviación española, cuyas tempranas hazañas asombraron en la segunda década del pasado siglo, entre otras multitudes, a los entonces adolescentes Francisco Iglesias Brage y Ramón Franco Baamonde. Me refiero a José Piñeiro González, nacido en O Seixo y vecino de Sanxenxo, donde su padre ejercía como Ayudante de Marina. El aviador Piñeiro era Primer Maquinista de la Marina Mercante y se cuenta que, habiendo presenciado en 1912 las acrobacias aéreas de los franceses Garnier y Vedrines, en las fiestas de la Peregrina, se dijo con intención de promesa: “¡Eso tamén o quero facer eu!” Y el maquinista lo cumplió, trocando la mar por el cielo.

Cuando moría Pepe Piñeiro sus arriba nombrados paisanos pugnaban por alcanzar nuevos hitos en la aventura aérea. Así, Ramón Franco se paseaba por todo el país en olor de multitud, saboreando el éxito del hidroavión Plus Ultra y preparándose para una nueva excursión aérea. El hidroavión y su piloto fueron homenajeados en Ferrol con la erección del monumento que —venciendo los zarpazos del vandalismo— aun persiste en los jardines del Cantón3.

La popularidad de Franco era inmensa. A modo de ejemplo cito que, en septiembre de 1926, era noticia la llegada de un automóvil enviado como regalo de los españoles residentes en Cuba, resultado de una recaudación llevada a cabo por el Diario Español de La Habana. Y el periódico local El Correo Gallego publicaba una serie de poemas dedicados al gran Moncho, escritos y sucesivamente publicados por Emiliano Balás, Manuel Masdías, Felipe Vierna y Joaquín de Arévalo.

Del profesor Masdías, excusadme un fragmento que tal vez provoque en algunos un discreto sonreír. Seamos benévolos, ¿si?:

 

(…) ¡¡Viva Franco y sus tres compañeros!!

—escuchábase siempre— ¡¡Viva España!!,

y aquellos numerosos españoles

que se hallaban ausente de su patria,

y aquellos argentinos y uruguayos

de elogios y agasajos les colmaban

y, al fin todos hermanos, bendecían

a la Matrona un tiempo codiciada

que dio a otros mundos religión e idioma,

justicia y libertad, santas palabras,

y en singular proeza, bravos hijos

salidos de sus fértiles entrañas

para ligar los lazos fraternales

entre naciones de la misma raza

Por eso es hecho heroico el del Plus Ultra (…)”

 

Tras el vuelo de Palos al Plata, el aviador quiso continuar aumentando la lista de sus hazañas, esta vez acompañado de Gallarza, Ruiz de Alda y Rada. Pretendía dar la vuelta al mundo en el hidroavión Numancia, construido en Cádiz, bajo tutela técnica alemana.

Mientras tanto, el otro ferrolano, Iglesias Brage, competía en un raid a bordo del Jesús del Gran Poder, un Breguet copilotado por el también aviador Ignacio Jiménez. Ambos despegaron el 24 de marzo con la intención de batir un record de vuelo trasatlántico. Tras varias escalas por Sudamérica terminaron bañados de apoteosis en La Habana, en mayo de 1929. Un éxito que incrementó el prestigio del capitán Iglesias.

Ya en plena república, Francisco Iglesias protagonizó el principal papel en la promoción y organización de la llamada “Expedición al Amazonas”, para cuyo ambicioso proyecto llegó a construirse el buque Ártabro. Sin embargo, en la segunda quincena de marzo de 1936, el gobierno republicano decidió disolver el Patronato creado para aquella Expedición4, por considerarla costosa e improductiva. Tarde se dieron cuenta, después de un enorme acervo de inversiones y la ocupación de varios profesionales en aquel extraño proyecto. Nos imaginamos la desilusión de Paco Iglesias.

A finales de mayo de 1929, poco después del éxito de los aviadores Iglesias y Jiménez, el Dornier de Franco y sus compañeros tuvo que amarar, por causa del mal tiempo, en pleno Atlántico, siendo rescatados sus tripulantes por el portaviones británico Eagle. En todo el país se desencadenó el paroxismo para expresar la satisfacción popular al conocerse el salvamento de los aviadores. Por entonces la “basca” aun no se dejaba llevar por los goles de la Roja, ni daban culebrones por la tele, siendo el descrito más arriba uno de los episodios que distraían a las gentes.

Era la época del charlestón y la vida bohemia5 cuando muchos hombres y algunas mujeres competían, buscando lucimiento para si mismos y para su país, a bordo de diversos modelos de hidros y aeroplanos, dentro del imprescindible marco, competitivo también, de los tempranos diseñadores e ingenieros aeronáuticos. Lamentablemente, algunos perecían; los aviadores, digo, no los ingenieros.

Meses después del óbito de Piñeiro fallecía también el aviador e ingeniero aeronáutico Joaquín Loriga, otro héroe gallego de la aviación, natural de Lalín, que se estrellara con su aparato en Cuatro Vientos en julio de 19276. Era uno mas de los que se jugaban la vida, tratando de demostrar quizás algo mas de valor que de conocimientos. Por otra parte aquellas máquinas volantes solían adolecer de insuficiente control y, a veces, simplemente se caían.

 

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Como es mucha hora de tomar tierra, hago saber una noticia que preocupaba entonces, consistente en la existencia de una endemia, cuya circunstancia guarda cierto paralelismo con el tiempo presente. Me refiero a la grippe (entonces era nombrada así) que estaba ocasionando estragos en todo el país. La cosa debería ser algo seria, pues el Gobernador Civil de Madrid ordenara la clausura de algunos establecimientos públicos, tales como bares y cines donde no se cumplían las disposiciones sanitarias para prevenirse contra la gripe, llegando a multar con 500 pesetas al propietario de un cine que las incumplía. En Zaragoza, el gobernador dispuso que no se celebrasen funciones sucesivas para que pudieran ser ventilados los locales, entre cada función. En Ferrol también existía cierta alarma; pero tras el invierno y algún que otro “pasamento”, se normalizó el convivir de los ciudadanos.

 

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Por aquellas fechas aun coleaba el desacuerdo —digámoslo así— entre el Gobierno de Primo de Rivera y el Cuerpo de Artillería, que llegó a determinar nada menos que la declaración de Estado de Guerra, como consecuencia de una flagrante indisciplina, según el Ministerio de Guerra. Sucedía que, en medio de un endémico ruido de sables, se le ocurrió al dictador disponer una modificación del reglamento de ascensos en dicho cuerpo, estableciendo la posibilidad de ascender al margen del escalafón, por méritos de diversa índole. Tal medida provocó una masiva repulsa de aquellos militares, dando lugar a un tejemaneje del Directorio, que no tuvo mas remedio que plegarse. La rebeldía de los artilleros fue seguida por el pueblo con diversas manifestaciones de simpatía. Así, en Ferrol, Elvira Novo llega a expresarse de esta guisa en relación con la situación de los artilleros:

 

Las mujeres ferrolanas y el arma de Artillería

(...) La mujer ferrolana de abolengo caritativo que no retrocede jamás ante la Santa misión de hacer el bien; que no sabe, ni quiere saber de derechos ni sacrilegios (sic) que las leyes le pueden otorgar; con desconocimiento absoluto de Códigos que obligan, sin querer entrar en los límites del juicio; sin razonar, dejando a un lado el cerebro que piensa..., se deja dominar por el sentimiento de humanidad y de compasión, cumpliendo la excelsa ejecutoria de la mujer...¡pedir!, suplicar, uniendo sus ruegos a los de España entera, sacudiendo su habitual pereza, va a elevar hasta los poderes públicos en favor de brillante cuerpo de artillería (...)

 

Aquel día7 se programó una manifestación de mujeres en apoyo de los artilleros, que debería de celebrarse el siguiente sábado. Lamentablemente, el deseo de aquellas damas fue truncado por prohibírselo el Gobernador Civil, quien solo les consentía obtener y enviar firmas de adhesión.

 

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De un tal Bernardino de Lamas, ofrezco esta versión de un relato que tituló “A flor de agua”, en el que recoge la anécdota de unos excursionistas paseando, pescando y enredando por la playa de Santa Comba:

 

¡Playa de Santa Comba! La blanca playa, la inmensa, en donde la finísima arena forma montañas maravillosas, con flores y todo, o se extiende graciosamente como una caricia infinita.

Cerca de esta playa, que es tal vez la mas espléndida de las que Cobas nos ofrece, hay una isla verde que invita al reposo. Y en esta isla hay una blanca ermita que convida al recogimiento.

Pero nosotros no queremos ahora reposar ni recogernos…Ahora venimos a pescar solamente.

Emilia, esta maestra de escuela, que es morena y de Cobas, viene a inquietar, con sus trebejos de pesca, a los peces que vagan por el mar.

María, que es rubia y ferrolana, viene a sacar de su sitio a los percebes.

Y yo vengo a coger margaritas…

—¡Un reo! ¡un reo!—grita ahora Emilia— ¡Ya cogí un reo!

—¡Un reo!—añade el pescador de margaritas— ¡Deje usted en libertad a ese condenado, Emilia, por Dios!

Las carcajadas se mezclaban con el rítmico batir de las espumas.

 

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Persistiendo en nuestra navegación efemérica, me es grato citar un acontecimiento musical popular que tuviera lugar en el teatro Renacimiento de Ferrol . Sucedió que la Asociación General de Profesores de Música organizara8 y llegó a representar una zarzuela titulada El voto de Chamorro, compuesta por el capellán mayor de la Armada José María Albacete y el general de Infantería de Marina Luis Mesía, este como creador del libreto. La mayoría de los actores de aquella representación eran de procedencia local. Del numeroso elenco nombrado como participante en la zarzuela, selecciono un par de párrafos donde se citan algunos actores:

 

En su papel de Tio Roque (barítono) Julio Iglesias9 estuvo acertadísimo y gustó mucho su romanza de primer actor. Purita Labajo y Gonzalo Moreno, demostraron el dominio de las tablas.

(…) La orquesta, dirigida por el señor Albacete, muy bien. Preciosos todos los números, especialmente el Aria del segundo acto, que con ser delicadísima, cantó divinamente Rita Cordal.

 

Según tengo entendido, la zarzuela El voto de Chamorro, fuera escrita años antes por el señor Mesía y juzgada con aceptable aprecio. Desconozco si existe alguna copia de la misma. Sería una gozada conocerla. Quizás nuestro amigo Guillermo Escrigas, entre su maremágnum documental, pueda encontrarla algún día y mostrárnosla.

Por entonces el joven violinista ferrolano Jesús Dopico se apuntaba éxitos ofreciendo conciertos en la Corte y ante la soberana audiencia de los mismísimos Victoria y Alfonso. El 23 de agosto de 1927 se celebró un concierto benéfico en el Jofre, donde Dopico interpretó varias composiciones acompañado al piano por Felix Alonso, director de la banda del Regimiento de Infantería 65. Según las crónicas fue un abarrote.

Otro violinista local, de habitual presencia en diversas reuniones musicales, era Celso Díaz, quien fuera nombrado socio de honor de la citada Asociación General de Profesores de Música en una ceremonia celebrada a principios de febrero del año anterior.

A pesar de las crisis, que ahogaban periódicamente a las familias de Ferrol y pueblos colindantes, la vida cultural se desenvolvía con un indiscutible pulso, manteniéndose un sector notable de representaciones musicales de diversa índole y, en no pocos casos, de gran calidad. Eran numerosas las sociedades en las que se agrupaban personas entusiastas por estimular y encauzar las inquietudes culturales de obreros y generales.

 

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Noticia de imprescindible mención fue la instalación del primer Instituto de Enseñanza Media de Ferrol, que tuvo lugar en el edificio que fuera cárcel y que hoy ocupa la Fundación Caixa Galicia.

La ceremonia de la inauguración oficial y apertura del primer curso se llevo a cabo el domingo día 16 de octubre en el teatro Jofre. Su primer director fue el general Secundino Armesto y a la niña Marujita Romero Álvarez le cupo el honor de ser el primer alumno en matricularse.

 

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No me resisto a terminar esta recreación salpicada de efemérides, sin mostrar el facsímil (véase página 11) de un poema que el doctor Emiliano Balás dedicó a la Cobas de aquellos años.

 

Con afecto

 

1Desconozco a que playa se refería el periódico, aunque intuyo que debería ser la de Ponzos.

2Ricardito Carballo tenía solamente 15 años. Asombroso.

3Este monumento fue construido merced a la iniciativa de los españoles residentes en Uruguay, que donaron la lápida conmemorativa, y al propio municipio local. Su inauguración tuvo lugar en mayo del año 1928.

4Esta es la verdad y no que la tal expedición fuera anulada como consecuencia del levantamiento militar del 18 de julio, como figura en algunas publicaciones mal informadas.

5Los felices años veinte, como fueron nombrados, cuando se adoptaba un cierto estilo desenfadado de comportarse, asequible a algún que otro “vividor”, en contraste con la gran masa de pueblo que se esforzaba por subsistir.

6En Julio del año anterior, en unas maniobras aeronavales, pereció en Barcelona el teniente de navío Durán, uno de los compañeros de Franco en el viaje a Buenos Aires. Y en Noviembre se estrelló el comandante Juan Sanz en el mismo aeródromo en el que pereciera Loriga. Ciertamente, durante la epopeya de los primeros vuelos, hubo un buen número de bajas. Como es habitual, solo guardamos en la memoria a los triunfadores.

7El 15 de septiembre de 1926.

8Aquella representación se efectuara a beneficio de la Caja de Socorros para viudas y huérfanos de los socios fallecidos.

9¡Ojo a las fans! No es el Julio Iglesias que hoy campea… ¿Quizás un antepasado?

 

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