Cobas es una parroquia sin grandes monumentos pero se tienen indicios de que su historia se pierde en la antigüedad, y como sólo se conservará lo que se conoce, no lo que se ignora, debemos entre todos dar a conocer su historia y su forma de ser.
Cuando oímos mencionar un nombre como Coto Dos Mouros, pensamos en la leyenda y, como mínimo, en que algo interesante ocurrió en ese lugar. Al interesarnos por el tema, llegamos a las noticias escritas y vemos que en este monte hubo una vieja Atalaya o Vigía empleada en la época para dos posibles misiones: vigilancia a posibles invasiones por mar o localización de ballenas para su posterior caza.
De lo primero, tenemos noticia al amanecer de día 4 de mayo de 1589, cuando avisan desde la atalaya del monte de Prior, por medio de grandes fogatas, de que se acerca una escuadra. El hombre que estaba encargado de la vigilancia de aquel punto, cuando vio una armada tan considerable, no sólo hizo las señas de costumbre, que consistían en encender tantos fuegos como velas, y si estas eran muchas, una muy grande, sino que además envió dos personas con una carta para el marqués de Ceralbo, dándole aviso de lo que ocurría. Esta escuadra era la que bloqueó A Coruña, mandada por Drake y que hizo que Felipe II cambiara de idea sobre el fondeadero de esta ciudad para su escuadra y la mandaría a la Ría de Ferrol.
Desde 1705 existía en Galicia una Milicia Urbana a la que se denominaba Caudillato. Estaba formada por paisanos de lugares comprendidos en dos leguas a dentro desde la costa, que tenían por misión controlar desde estas vigías posibles ataques de piratas o enemigos de la Corona. No tenían uniforme ni fuero militar y el armamento corría de su cuenta.
En el año 1710 por un juicio, que no viene al caso, sabemos que Alonso Díaz de Serantes, natural de Cobas, desempeñaba el cargo de cabo en la centinela do Prioiro. No volvemos a tener noticias de ella hasta el desembarco de los ingleses en la playa de Doniños, en el año 1800, que volvió a dar aviso de la escuadra que se acercaba. Estas vigías como vemos en el plano de la figura nº1 estaban situadas en puntos dominantes, que se veían entre si, para poder comunicarse.
Sabemos, que en el trayecto de A Coruña hasta el cabo Ortegal, desde los siglos XIII y XIV en que comenzó la lucrativa caza de la ballena, empresa que según parece llevaban a cabo los pescadores de Vizcaya, existía un punto de recalada para los balleneros, O Prioiro, fundado por el convento de Sobrado, a cuya comunidad pertenecía por donación del rey Don Fernando II, fechada en A Coruña el 15 de febrero de 1158.
El rey Don Sancho el Bravo, por privilegio expedido en la ciudad de Lugo en el año 1286, concedió al monasterio de Sobrado un quiñón de las ballenas que se matasen en el puerto do Prioiro, en atención a que dicho pueblo pertenecía a Sobrado. Este diezmo acabaría en manos de los Andrade.
Con estos impuestos y abusos, los balleneros se vieron en la necesidad de recurrir a diferentes puntos de las rías brigantinas, para conducir sus productos, libres de las trabas de los nobles o clero, exentas por completo de onerosos impuestos.
En el siglo XVI con el aumento constante de la industria pesquera en la Villa Herculina, la industria ballenera, que comenzaba a ofrecer menos resultados, aparte de las grandes competencias, retornó al Prioiro.
El licenciado Molina en su obra Descripción del Reino de Galicia, escrita a mediados del sigli XVI dice:
Las ballenas ocurren donde las ondas y el mar andan siempre muy altas y así aquí en ciertos tiempos del año, como que es en los meses de Diciembre, Enero y Febrero, que es la mayor sazón, hay gran matanza de ellas; es pesca de gran provecho, porque de un ballenato, aunque sea pequeño, se sacan 200 arrobas o cantaros de aceite, el cual sirve para todo lo que aprovecha lo de los olivos, salvo para el comer. Sácase este aceite haciéndose pedazos de ellos, y puestos a cocer e unos grandes calderos se derrite y queda casi todo en grasa.
Pasado el siglo XVII se estinguió notablemente esta pesca de nuestro litoral. Eran muchas las embarcaciones vizcainas y hasta francesas, que frecuentaban la Costa Cantábrica, pescando este cetáceo.
Hoy en O Coto dos Mouros, se pueden ver restos de pizarra, ladrillos, y un rectángulo con un agujero en el centro grabado en una roca. Un vecino me contó que el había visto restos de casas redondas en las cercanías.
Algo tan sencillo como un tóponimo, que hemos oído toda la vida y al que no damos importancia, nos puede revelar los secretos de un lugar.